EL SABOR DEL TÉ

 


La película elegida esta semana es una rareza del cine japonés, poco conocida y de difícil acceso, ya que no está en ninguna plataforma comercial.

El sabor del té (Cha no aji) fue escrita y dirigida por Katsuhito Ishii en 2004. Obtuvo el premio en la categoría a Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Hawái. 

Como si de una relectura de Ozu en clave surrealista se tratara, El sabor del té nos muestra la vida de la familia Haruno. Cada uno de sus peculiares miembros tiene una pequeña historia que contarnos: el abuelo dibujante con espíritu infantil, la madre que quiere recuperar su empleo después de la maternidad, el padre hipnotista, el tío con sus aventuras, el hermano en plena crisis adolescente enamorado de su compañera del club de go y la hermana pequeña con su alter ego gigante.

Primeras impresiones


En general la película nos ha gustado, con esos personajes entrañables y situaciones hilarantes. Aunque el ritmo nos ha parecido adecuado (los planos son más largos y lentos de lo habitual, es cierto), la película,  de 143 minutos, se nos ha hecho un pelín larga. 

Es cierto que hay que estar en el mood de ver una película de estas características y que puede echar atrás, en un primer momento, los efectos tipo Lazarov, pero si entras y conectas con los personajes, es muy disfrutable. 

Katsuhito Ishii

Katsuhito Ishii es un aclamado director, cuyo trabajo más conocido sea quizás el fragmento animado de Kill Bill (2003): 




En la siguiente entrevista habla de El sabor del té y de su trabajo con TarantinoMidnight Eye interview: Katsuhito Ishii


La vida cotidiana

El sabor del té es una historia familiar donde se da la mano la tradición y el japón más moderno. Se opone la yakuza, el manga, el anime vs. la familia, la comida, el amor, el go; la tradición de la hipnosis vs. la televisión hipnótica.

 En ese sentido se aproxima mucho a Ozu, especialmente a Cuentos de Tokio, tanto por el tema general como por algunos motivos particulares, como los trenes o las escenas entorno a la mesa. Sin embargo, en El sabor del té, está tensión no provoca ningún conflicto. Simplemente coexisten.

Encontramos una mezcla de costumbrismo y realismo mágico, donde lo fantástico se integra en lo cotidiano sin ningún tipo de problemática. Si Ozu es la poética de lo cotidiano, El sabor del té sería el surrealismo de lo cotidiano


Lo que más nos ha gustado


El sabor del té es una película coral que se sostiene gracias a la construcción redonda de los personajes y a la interpretación tan solvente de sus protagonistas. 

Se trata también de una película episódica, que por su tono surrealista, nos ha recordado a Amanece que no es poco (1989). De manera global sigue los principios del kishōtenketsu, estructura típica de la narrativa oriental, en las que no hay un conflicto a resolver como en las estructuras occidentales ni parece que cuente nada pero sí que suele tener un tema de fondo que en este caso podría ser la persecución de los sueños (conocer a su compañera de escuela, dar la vuelta a la barra, conseguir volver al mundo de la animación después de la maternidad..)

Nos da la sensación, por otra parte, de que nos perdemos muchos chistes. Parece que hay un montón de cameos, pero no los reconocemos. 

Los personajes que más nos han gustado son el abuelo, con ese espíritu de hacer lo que le da la gana. Es el único que no tiene una inquietud clara, ni ansiedad ni necesidad, más allá de pasárselo bien. El momento de los dibujos es sublime. 


Los niños, especialmente la hermana pequeña, nos ofrecen las imágenes surrealistas: 



Hay momentos hilarantes. Nuestros preferidos son la historia de la caca, el momento del bate de beísbol, los flipaos del tren, la paliza al dibujante de manga...

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